domingo, 10 de febrero de 2008

DE GENEROS Y TELARAÑAS


Escribe: Adriana Cabrera

En diciembre, durante el Congreso del Frente Amplio, asistimos a un acontecimiento histórico en la vida del país. Por primera vez una mujer era propuesta para presidir la principal fuerza política en la realidad nacional. Sin embargo, y no por casualidad no hubo un solo discurso de género que fundamentara a favor de la candidatura de Constanza Moreira. El único discurso de género fue para fundamentar que el FA necesitaba un hombre fuerte y fue abucheado por buena parte de los congresales. ¿En discrepancia? ¿Por su falta de oportunidad? ¿Por lo de fuerte y no por lo de hombre? ¿O porque ponía el tema género en su mayor crudeza, como convidado de piedra, en medio del debate?
Ese gran elefante que se intentaba ocultar detrás de una columna, ese vacío, esa ausencia, ocupa lugar y es imprescindible analizarlo.
Se esgrimió por ejemplo, que había sido mal propuesta por el Pepe.
¿Hay acaso, en nuestra fuerza política quienes pueden proponer y quienes no? ¿Es posible seriamente considerar este argumento como un elemento de peso? Sin duda, no. El Pepe o el MPP no solo pueden sino que deben intentar resolver todos y cada uno de los problemas del FA como deben hacerlo también todas las fuerzas políticas que lo integran. Y por cierto, tiempo para el debate previo y para presentar otras propuestas hubo. Si no hubo propuestas alternativas fue sencillamente porque ésta es muy buena.
Se esgrimieron otros fundamentos, todos apuntando a la forma y no a los contenidos, que tuvieron un solo elemento en común, los oradores fueron todos hombres.

Esta película ya la vimos

El nerviosismo y la incoherencia en la argumentación es la misma que vivimos en nuestros hogares cuando el hombre tiene reunión en el sindicato, la mujer en el comité de base y no hay con quien dejar los nenes. ¿Quién va a la reunión?
Cuando planteamos la cuota en nuestras fuerzas políticas nunca faltan los que obvian cientos de estudios sociológicos que demuestran la discriminación y la falta de equidad en las oportunidades y aseguran que la participación femenina está dada por las garantías democráticas que nos prometen.
Sin ir muy lejos en el Primer Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades y Derechos, presentado el año pasado, se informa que mientras que las mujeres dedican el 67% de su tiempo a un trabajo no remunerado (entiéndase hogar) y un 33% a uno remunerado (léase las 8 horas de trabajo diarias), el hombre dedica el 69% al trabajo remunerado y el 31% al trabajo no remunerado.
Cuando hablamos de relaciones de poder debería leerse que mientras los hombres se capacitan para gestionar la sociedad, las mujeres dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo a capacitarnos para gestionar nuestros hogares. Esa desigualdad de base se proyecta en que las mujeres en cargos de representación o de gestión de gobierno no supera el 20%.

“No seré yo pero vos tampoco, que sea él”

¿Cómo se expresa esto culturalmente? Se expresa en que hombres y mujeres aceptamos como natural el liderazgo masculino y vemos con suspicacia el liderazgo femenino, incluso en organizaciones en las que la mayoría de sus integrantes son mujeres.
En nuestra sociedad el poder tiene cara de varón. Las mismas características que vemos como positivas en el hombre son mal vistas en la mujer. Si un hombre se postula para ocupar espacios de poder es emprendedor, tiene iniciativa y promete. Si lo hace una mujer es arrivista. Si un hombre levanta la voz es porque tiene carácter, si lo hace una mujer es porque es una histérica. Si un hombre tiene capacidad de generar pensamiento propio es inteligente, exhaustivo, abarcador. Si una mujer genera pensamiento propio, es un peligro, demasiado independiente, no consulta.

Uno de los cangrejos debajo de la piedra

Creo que sería muy bueno para nuestra democracia introducirnos en uno de los problemas subyacentes en el debate. Y que tiene que ver con que los postulados de género que nos unen a los frenteamplistas posiblemente no reúnan un íntimo consenso en una fuerza política claramente androcéntrica como la nuestra.
En medio de una telaraña de argumentos políticos de todo tipo y color, las mujeres frenteamplistas no supimos aquilatar en sus justos términos lo que se estaba tratando, como nos involucraba a todas y la oportunidad histórica que estábamos dejando pasar. Porque valga la aclaración, ninguna de las fundamentaciones en contra cuestionaba en lo más mínimo a Moreira ni en su integridad moral ni en su capacidad para asumir el cargo.
Su candidatura reúne cualidades que han sido destacadas como importantes en casos anteriores. Es una mujer que proviene de la academia, como el presidente saliente, Ing. Brovetto. Pero además, basta mirar las características de una buena parte de nuestros principales dirigentes en el gobierno para ver que no es una condición que haya operado como menor en otros casos. Tenemos en nuestro haber grados 5 en oncología, derecho penal, economía, etc., etc.
Una segunda característica que ha sido considerada históricamente como de consenso es que es independiente y de izquierda. No responde a ninguna fuerza política frenteamplista ni de las mayoritarias ni de las minoritarias. Ese hecho no solo ha dado garantías de equilibrio político interno en el pasado sino que tiene también importantes antecedentes en Seregni, Licandro, Crotoggini, Gomez Haedo, etc., etc.
Cabe preguntarse porqué esas cualidades son de peso cuando se trata de un compañero y no lo son cuando se trata de una mujer.
Quizá sea tiempo de enfrentar los desafíos que el Siglo XXI pone sobre la mesa. Uno de ellos la equidad de género en los espacios de poder.

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