martes, 13 de mayo de 2008

Tres errores frecuentes sobre cuota

Por Constanza Moreira *
Publicado en La República 12-5-08
El miércoles de la semana pasada se presentó en el Parlamento el resultado de un estudio sobre la visión de la opinión pública y los políticos sobre la escasa representación femenina que existe en el Parlamento. Esta semana comienza a discutirse el proyecto de ley de cuotas en el propio Parlamento. Este proyecto tiene como objetivo que exista un "mínimo" de mujeres en las listas partidarias, con el fin de aumentar el número de mujeres en el legislativo. Es decir, pretende corregir la situación de desequilibrio entre hombres y mujeres en el Parlamento, a través de una modificación en la legislación partidaria. Si el proyecto se hubiera aprobado en la legislación anterior, hoy tendríamos diez mujeres más en el Parlamento.
Los resultados de los estudios presentados son concluyentes en mostrar que cuando se discute el tema de la cuota femenina, hay algunos errores frecuentes de apreciación. El primero, y quizá más frecuente, es considerar que la cuota limita la libertad del elector.
Este error consiste en creer que la cuota está "obligando" a los electores a votar por mujeres que no tienen tantos votos como los hombres, y que sólo están en ese lugar gracias a la cuota. El argumento que va de la mano con ese es que las mujeres tienen que ganarse su lugar en la lista igual que los hombres, y no merecer un "tratamiento especial". La idea subyacente a estas consideraciones es que los candidatos que votamos están allí porque se lo ganaron con sus propios votos. Este es el primer y más importante error de apreciación en relación a la cuota. En algún caso este razonamiento funciona bien: en general, para los que van encabezando una lista. Pero funciona muy mal en la mayoría de los casos.
En primer lugar funciona mal porque la libertad del elector, en nuestro país, es bastante limitada. La legislación electoral nos obliga a votar por un partido y por una lista, y no votamos en sentido estricto "personas". La inmensa mayoría de los ciudadanos sólo conoce a quien encabeza la lista, y a menudo, ni siquiera eso: se vota por una lista cuya referencia es una personalidad pública que ni siquiera la integra. Menos aún se conoce al resto de las personas que la componen: los posiblemente afectados por el sistema de cuotas. Además, las personas que integran la lista no están ahí por "los votos que tienen". Están ahí porque en un proceso de selección desde la cúpula partidaria, se tomó la decisión de poner a tales o cuales. Estos procesos de decisión no seleccionan los lugares en la lista por los votos que se tiene sino por su importancia estratégica dentro del sector. Esto puede ir desde tener buenas relaciones con el líder del sector hasta tener poder estratégico dentro del grupo. Razones que no están vinculadas con "los votos" que se tenga.
En segundo lugar, funciona mal la idea de que se pondrían mujeres con "menos votos" que los hombres, sólo porque la cuota lo exige. En realidad, con la legislación actual no sabemos cuántos votos tienen las mujeres y cuántos los hombres. En países donde el elector tiene la libertad de seleccionar dentro de la lista, o vota directamente a personas, podemos tener una idea del voto de unos y otras. Pero esto no es lo que pasa en Uruguay. Posiblemente, y de acuerdo a los datos que se tiene de la opinión pública, las mujeres (que son el 52% del electorado) estarían más inclinadas a votar mujeres que hombres, lo cual claramente inclinaría la balanza a favor de las mujeres. Pero en realidad, no es ésta una información de que disponemos.
En síntesis, el argumento que sostiene que las mujeres deben llegar "con sus votos" a ser elegidas, y no por la cuota, es básicamente erróneo. Nadie llega "con sus votos": se llega con los votos de una lista. Y es a estas listas a lo que apunta la cuota.
Un segundo error muy frecuente es el de sostener que la diferenciación de género no debería ser tan importante políticamente. Al final, nuestros representantes legislan para todos, y son representantes por eso. Lo que importa es que legislen bien, y que representen nuestras ideas o nuestros intereses. Este error también se da de bruces contra la realidad. Lo que muestra el estudio en el caso uruguayo, es que las mujeres hacen legislación para las mujeres, en mucho mayor medida que los hombres. Dicho así, parecería un argumento para "evitar" más mujeres en política, ya que, como los mismos hombres dicen, las mujeres se pasan haciendo lobby a favor de las mujeres. Y sí, es así. Sólo que las consecuencias de que las mujeres hagan política para la mujer, son positivas para la sociedad como un todo, en mucho mayor medida que las que se hacen para el hombre, y por una simple razón: la mujer es el eslabón más débil de la sociedad. Toda política que se hace para una mujer, es una política que tendrá un beneficio sobre los más débiles. No hay políticas hacia la infancia sin política hacia las mujeres. No hay políticas de erradicación de la pobreza sin política hacia las mujeres. Y más mujeres en política, es más política para las mujeres.
Un tercer error sobre el tema de la cuota, es creer que se puede disociar la idea de que "es bueno que haya más mujeres en política", una creencia que parece bastante extendida, de la idea de que haya que hacer algo en relación a eso. Esto es: admitir que hay un problema, pero no buscar forma alguna de solucionarlo. Buena parte de lo que pasa con el tema de las mujeres y la política, o no pasa, se explica por esta disociación. La inmensa mayoría de los legisladores, y de la opinión pública en general, consideran que "hay pocas mujeres en política" (y esto es, efectivamente así), y que "debería haber más". Hasta aquí, hay una congruencia perfecta entre lo que piensan los políticos uruguayos y lo que piensa la gente. El estudio presentado señala que "la población uruguaya se muestra en general a favor de una representación política más equilibrada por sexo: una mayoría piensa que debería haber más mujeres en el Parlamento (59,8%), y considera que sería deseable que los partidos incluyeran a mujeres en sus fórmulas presidenciales en las próximas elecciones (74,4%)." (En "Opinión, percepción y evaluación pública de las mujeres políticas en el Uruguay", Informe ICP-IDEA, 2008).
Sin embargo, cuando el tema es la cuota, las aguas se dividen: entre hombres y mujeres, y entre políticos y personas "comunes". Las mujeres son más favorables a la existencia de la cuota que los hombres. Y las personas comunes, que los políticos. De las personas que tienen una opinión formada sobre el tema de la cuota (un tercio de la población no tiene opinión sobre esto), el 76% está a favor. Claro que si el Parlamento funcionara como la sociedad, en este tema, al igual que en el de la despenalización del aborto, ya la balanza se hubiera inclinado hace rato por una solución positiva. Se puede argumentar que el Parlamento es soberano, y no tiene que hacer lo que la gente quiere o prefiere: que para eso la gente los votó. Para delegar en ellos la toma de decisiones políticas. Pero la definición más básica de la democracia es que en un régimen democrático, los gobiernos gobiernan de acuerdo a las preferencias de la gente.
* Politóloga. Universidad de la República.

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