jueves, 30 de agosto de 2007


Yo no aborto


Escribe: Lic. Adriana Cabrera Esteve
Integrante del Secretariado Ejecutivo del PVP

Yo no aborto, digo en el título y no es una consigna. La última duda personal, al respecto, se disipó totalmente cuando a las once semanas de embarazo una ecografía me permitió ver los latidos cardíacos de uno de mis hijos. Según la literatura, dejaba de ser embrión para convertirse en feto. Pero lo que me conmovió y deslumbró fue esa capacidad, casi mágica que tenemos los seres humanos de dar vida. Claro que, hay un límite entre las opciones personales y las obligaciones o normas éticas generalizables a todo el mundo. Pero es desde ésta sensibilidad ante el tema que ratificamos, una y otra vez, el compromiso por defender uno de los derechos básicos del ser humano, como es el derecho a la vida. Este es, diría yo, el piso desde el cual opinamos.

Ahora bien, cuándo la vida es objeto de derecho o mejor dicho, definir desde qué momento lo es, nos embarca en un conjunto de encrucijadas éticas en las que sin duda hay que incursionar, pero conscientes de las dificultades que el tema supone. Y como todas las verdades que se encuentran en el umbral del conocimiento, habrá que nadar entre el límite de la ciencia y el comienzo de la filosofía. Sin embargo, lo que parece cada vez más evidente, es que la defensa del statu quo no parece ser una buena forma de defender el derecho a la vida. Es más creo que con el objetivo de defender la vida, es imperioso despenalizar el aborto. Así lo demuestra la experiencia de otros países.

Según el informe brindado por representantes de la Facultad de Medicina a la Comisión de Salud Pública, que en el parlamento discute el proyecto de Ley de Salud Reproductiva, se estima que entre un 30 y un 50 % de los embarazos terminan en abortos. Eso equivale a una cifra aproximada de 30.000 abortos al año.

Estas cifras interpelan al conjunto de nuestra sociedad.
Si con las leyes vigentes, que algunos defienden, tenemos ésta cantidad de abortos, quiere decir que la legislación actual es absolutamente ineficaz e ineficiente al respecto. Porque a todas vistas, estas cifras demuestran que el aborto es un problema de salud pública.
Al decir de Michel Foucault, hay que levantar un acta de fracaso.
Todo parece indicar entonces, que excluir, ocultar, ilegalizar un problema es la mejor forma de convivir con él y hacerlo tolerable para todos. Siguiendo con Foucault, cuando analiza el por qué de la prisión y los ilegalismos, él supone que éstos “no estarían destinados a suprimir las infracciones; sino más bien a distinguirlas, a distribuirlas, a utilizarlas; que tienden no tanto a volver dóciles a quienes están dispuestos a transgredir las leyes, sino que tienden a organizar la trasgresión de las leyes en una táctica general de sometimientos”
[1].

Escondido en la caparazón de la ilegalidad, el aborto “vive y lucha”. Es por tanto un gran acto de hipocresía, una gran tomadura de pelo. Algo así como decirle a un paciente, “su cáncer es ilegal porque mata gente, vamos a prohibirlo”. El cáncer no es menos cáncer por el hecho de que no nos guste. Y en la prohibición también nos ahorraríamos los cuantiosos gastos que ésta sociedad hace para curarlo y debiera hacer para prevenirlo.
El aborto es un problema de salud pública y como tal, el único abordaje posible es tomarlo como tal, promocionar la salud, prevenir las situaciones de riesgo, curar cuando es necesario y prevenir las posibles secuelas. Nada de eso se puede hacer con un fenómeno que ocurre “en negro”. Por eso los países que legalizaron el aborto, no sólo no aumentaron su número sino que los disminuyeron drásticamente. Tal es el caso de países como Italia y Francia.
[2]

“En negro”, no necesitamos ver las condiciones de inequidad en que se produce. Las personas con buenos recursos lo realizan en condiciones decorosas y las que no tienen recursos lo hacen como pueden, o sea, mal, con enormes secuelas para su salud y a veces con riesgo de sus vidas. También evitamos analizar las condiciones de dominación económica y androcéntrica en las que se produce, en las que el cuerpo de la mujer se comporta como una mera variable de ajuste.

Despenalizar o “blanquear” el aborto, supone el único abordaje responsable ante un problema de salud. No se puede diagnosticar ni tratar una herida oculta. Para empezar, es necesario verla. Diagnosticarla supone, no solo verla en su fotografía como una instantánea, contando cuántos son, sino estudiar su evolución, sus factores determinantes, sus consecuencias. Supone admitir que la prevención no se realiza sólo con educación, que aún falta, sino también brindando a la embarazada las condiciones para que pueda continuar con su embarazo sin zozobras económicas, buscando soluciones prácticas como, por ejemplo, que el Estado deba mediar, como lo hace en las jubilaciones, para asegurar un subsidio decoroso, por maternidad, a la madre soltera. Supone la existencia de guarderías públicas en cada barrio para dar solución a problemas tan sencillos como “no tengo quien me lo cuide mientras voy a trabajar”. Supone aumentar las escuelas de tiempo completo para asegurar estudios y alimentación a nuestra infancia. Supone educar para que la sociedad entienda que el cuidado de los hijos es una responsabilidad de, por lo menos, dos y que no puede sobrellevarse sobre la base de la postergación de la mujer (madre o abuela). Por éste camino, cada vez va a haber menos mujeres que deseen repetir una experiencia que pueda jaquear una relación armónica con su mundo laboral y profesional, no sólo por una necesidad gregaria de integración social sino porque en la conservación de esa armonía se juega su subsistencia económica.

En el país que queremos construir, urge despenalizar el aborto tanto como resolver las inequidades. Inequidades sociales, económicas y de género, y también entre derechos de los adultos y derechos de la infancia. Mientras no resolvamos éstas situaciones, nuestra sociedad seguirá abortando 30.000 embarazos al año. Cuando digo “sociedad” incluyo, por supuesto, al clero y a los que no quieren la Ley de Salud Reproductiva.


[1] Foucault, Michel, Vigilar y castigar, Ed. Siglo Veintiuno, Madrid, 1975
[2] Brioso, Leonel, Iniciativas Sanitarias, Ed.Arena, Montevideo, 2007.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Reconocer el aborto como problema de salud pública significa también asumir las implicancias morales.

Al respecto, leer la siguiente página:

http://www.erradiquemosladiscriminacin.blogspot.com/2007/04/aborto-problema-moral-o-de-salud-pblica.html

Area Equidad de Género PVP dijo...

Creo que a ningún ser humano sensible le ha de ser sencillo abordar el tema del aborto.-
En lo personal no estoy de acuerdo con el aborto.Mi deseo sería que nunca, ninguna mujer, se viera obligada a abortar y estoy segura que ninguna se embarace para luego hacerlo. La experiencia de la gestación es maravillosa, si siente dentro nuestro una vida...un hijo, se sabe que es una futura persona.
Unos 30000 abortos al año se realizan en Uruguay según estimaciones no oficiales.
Esta realidad nos llama a la reflexión y nos pide que hagamos algo; esas 822 mujeres que acaban de abortar en las últimas 24 horas, no lo han hecho por ser asesinas o inmorales o por no ser católicas, seguramente se hayan visto obligadas por problemas económicos, afectivos y sociales. Por todo esto, estoy absolutamente convencida de que en nuestro país debe ser aprobado el proyecto de Ley de defensa del derecho a la salud sexual y reproductiva, que despenaliza el aborto.
A mi entender educando, previniendo, reglamentando, la cantidad de interrupciones voluntarias del embarazo van a disminuir y, queda claro, que existiendo una ley que despenalice el aborto ya no deberían morir mujeres por esta razón, que en la mayoría de los casos son jóvenes y sin recursos, y naturalmente, el lucrativo negocio de las clínicas abortivas desaparecería.
Ahora bien, el reciente procesamiento de esta joven denunciada por un médico al concurrir al hospital y solicitar asistencia, luego de realizarse un aborto que puso en riesgo su vida, replantea el tema entro lo ético y lo jurídico. Quienes se apoyan en la ley que penaliza el aborto se basan en la reprobación moral que implica la destrucción de un embrión, que por sí sola, no es una razón suficiente para justificar la prohibición jurídica.
El derecho y el estado no encarnan valores morales, el estado no debe inmiscuirse en la moral de las personas, defendiendo o prohibiendo estilos de vida, morales, creencias ideológicas o religiosas, opciones o actitudes culturales. Su único deber es garantizar la igualdad, la seguridad y los mínimos derechos vitales.
Todos debemos estar sujetos al mismo derecho, es una condición de igualdad y del mismo papel normativo del derecho. En cambio, no todos tenemos las mismas opiniones, creencias o valores morales, el vivir en un estado laico nos debería garantizar que no vamos a ser "procesados" por un determinado comportamiento que no debería ser considerado como delito.-
Uruguay estuvo muy cerca de legalizar el aborto en el año 2003 cuando la cámara de diputados aprobó un proyecto que lo habilitaba, pero un años más tarde fue rechazado en la Cámara de Senadores.
Nadie puede obviar estos datos: el apoyo a la despenalización del aborto aumentó en la sociedad uruguaya en 9 puntos y se ubicó en el 64% en agosto de este año, respecto al 55% de apoyo que manifestaron los consultados en 2006.
Ni el señor Presidente puede ignorar esta voluntad mayoritaria de su pueblo, por eso, no terminamos de entender que siga empecinadamente manifestando su voluntad a vetar este proyecto si se convierte en ley, no desconocemos el mandato constitucional que habilita a Tabaré Vázquez a ejercer esa potestad, en ese caso está claro que estará desconociendo la voluntad popular. Nuestro presidente¿ No podría sacrificar su posición personal en aras de la voluntad de la mayoría de todo el pueblo uruguayo?
Por todo esto, estoy absolutamente convencida de que en nuestro país debe ser aprobado el proyecto de ley de salud sexual y reproductiva
Naturalmente no todos comparten esta concepción moral de la persona y
embrión.Tal concepción no es más "verdadera" que la que ve en el embrión a una persona independientemente de la voluntad de la madre de traerlo al mundo. No es más verdadera ni más falsa, sólo porque no se la comparta. Pero esto equivale a no blandir contra ninguna de ellas
el código penal como pretenden los partidarios de procesar por el aborto, pretendiendo imponer a todos "su moral". Ana Martha Ranguis

"Mi autoridad emana de Vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana" J.G. Artigas